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Saramaga en Madriz

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Hace hoy un mes y  medio aproximadamente que llegué a Madrid. Para quedarme, o eso es lo que está planeado.

En general la experiencia está siendo buena. Y aquí un pequeño resumen de mis comienzos en Madrid. Así, sin orden.

-Lecturas: 4 libros recibidos, 5 libros leídos, 6 libros comprados (2 en Tipos infames, 2 en la Cuesta de Moyano, 2 en una tienda de segunda mano con fines benéficos cuyo nombre no recuerdo)

-Juntelas:

 - Cena en un restaurante senegalés en Lavapiés, con unos amigos Canarios. Gratamente sorprendida, muy rico todo y muy buena compañía.

-Cena especial en un japonés con mi chico. Muy especial, muy bonita y muy rico todo.

-Cena con un amigo francés que vive aquí desde hace unos años,  y que tuvo demasiada bebida para nada de comida y acabó con resaca al día siguiente. Si es que no puede ser, uno se pone a recordar cosas de joven,  y se olvida de pedir comida. Pero bien. Y muy mal al día siguiente, que ya no tenemos edad.

-Encuentro bloguero en “Tipos Infames”, con Ana R. Cañil, autora de la divertida novela “Masaje para un cabrón”, que reseñaré próximamente.

-Descansos en el curso y el trabajo con gente muy diferente, y con los que he podido comprobar lo mal que está el tema laboral, pero el buen humor que tenemos los españoles.

-Vida laboral

-Dinámicas de grupo, en un cohete hacia la luna, un globo del que tirar gente…

-Entrevistas, unas bien, otra surrealista sobre un safari.

-Dos trabajos conseguidos. (Uno de ellos perdido por un percance)

-Dos cursos de formación

-Una oferta rechazada

-Una entrevista (la surrealista), que no pasé.

-Percances

-Desactivación de tres bonos de metro. Una de ellas dos veces. No sé qué llevo en el bolso que las desactiva. Ahora la llevo en el bolsillo.  Algún día lavaré alguna. Fijo.

-Robo de paraguas. Aún pienso que estoy en mi pueblo, y claro, dejé un paraguas en la puerta del banco, ya que no me dejaba entrar con él una voz que decía que dejase fuera los objetos metálicos, y por no ponerlo en las taquillas con llave por no mojarlas… pues me encontré sin paraguas al salir. Me mojé hasta que encontré un chino y pude comprar otro paraguas. También es que en mi pueblo no llueve nunca, y claro, no es común robar paraguas.

-El gran percance, por el que no he podido acudir al curso de formación y he perdido el trabajo (uno temporal, pero que me interesaba bastante). Hoy me he quedado encerrada en el cuarto de baño. Sí. Y no, no pongo el pestillo para ducharme. Se ve que la puerta está un poco tonta, y ya el otro día me dejó encerrada pero enseguida pude arreglarlo con unas pinzas de depilar. El caso es que hoy me metí a la ducha a las 7.30, ya que tenía el curso a las 9, y por inercia, cerré la puerta. Lo más tonto del mundo. Cuando intenté salir, no hubo forma. Volví a desmontar el picaporte con las pinzas de depilar como destornillador, pero nada. Respiré profundamente, y  lo intenté de nuevo. Y nada. No había forma. Volví a montar, y desmontar, y hablaba sola diciendo “no me lo puedo creer”. Yo sabía que perdía el curso, y el trabajo, porque sólo eran 3 días de curso y no podía perder ni uno. Y menos sin justificar. Y a ver como justifico yo haberme quedado encerrada en el baño. El caso es que pensando eso, me iba poniendo más nerviosa, y me eché a llorar. Después de llorar, decidí pedir ayuda, porque hoy mi chico no volvía hasta las 7 de la tarde. Y claro, a ese paso, perdía yo también el trabajo que sí tengo, por la tarde.

Bueno, pues eso, me puse a gritar y a golpear la puerta. Y todo el rato “Por favor… ¿alguien me oye? Por favor?”, ya muy en plan desesperada…. Y lloraba a ratos, porque estaba encerrada, porque había perdido el trabajo, porque estaba cansada y me había costado una entrevista y una dinámica de grupo, y un día de curso por la mañana y trabajo por la tarde. Y me daba rabia. Y nadie me oía, o nadie quería oírme. Así que empezó a costarme respirar, no porque sea yo claustrofóbica, que no, pero oye… que me dio por ahí. Y después de unos minutos, a llorar otra vez, y a volver a golpear la puerta y a gritar…. “Por favor… ayuda ¿alguien me oye? ¡Por favor!”…. y de repente… por fin, oigo una voz masculina por la rejilla de respiración (o como se llame eso), que me dice “sí, yo te oigo, ¿dónde estás?”. Después de dos horas, no os hacéis una idea lo que han significado para mí esas palabras. Música celestial por lo menos.

Le he indicado cuál era mi piso y ha venido, le he explicado que estaba encerrada en el baño y ha bajado a llamar al portero. Han subido los dos y han intentado abrir, y entonces les he dado el número de mi chico a gritos, y el portero lo ha llamado. Mi chico ha llamado a mi casera, que por suerte, vive cerca y me han abierto la puerta. Yo he guardado la compostura un poco, la casera me ha dado un abrazo y todo, y bueno, ya se han ido y he llamado a mi chico y me he echado a llorar.  He llamado al curso, diciendo que tenía una emergencia personal, pero ya no había forma de hacer nada, y bueno…  me ha entrado mucho frío entre el tiempo con el pelo mojado y el disgusto, y me he metido en la cama. Me he quedado frita hasta las 2 de la tarde. Me he despertado sin saber muy bien si había sido un sueño. Sólo recordaba la voz… “sí, yo te oigo”

El caso es que entonces han tocado la puerta, y eran mis vecinas, para ver cómo estaba. Ole… ahora “la que se quedó encerrada en el baño”. Yo es que cuando hago cosas, me gusta que se note… en fin…

-Vodafone no me instala el adsl. Por eso no sé si podré publicar este post. Pero me apetecía escribrirlo.

*Esta entrada está publicada desde el móvil con un corta-pega del ordenador. Disculpad si queda rara... que no sé muy bien como va a salir...


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